Implementando:
1. Una nueva perspectiva sobre la oración en nuestra mente.
2. Un nuevo hábito de oración en nuestra vida.
La oración es una de las disciplinas espirituales que como cristianos somos llamados a practicar. Es un mandato de Dios: “Dediquen siempre tiempo a la oración, y den gracias a Dios.” (Colosenses 4:2). Sin embargo, hoy en día la oración no es una parte vital de la vida de muchos cristianos, como debería serlo. Es común y normal que, en algún momento, batallemos con cumplir este mandato tan indispensable para un hijo de Dios.
La oración es también, un estilo de vida para el cristiano, y es también una de las mayores expresiones de fe; pues para el hombre natural -no creyente- orar puede ser simplemente un rezo o una meditación para sí mismo. En cambio, en el creyente existe la convicción de que está conversando con el Dios verdadero, ya que... Sin fe es imposible agradar a Dios. El que quiera acercarse a Dios debe creer que existe y que premia a los que sinceramente lo buscan. (Hebreos 11:6)
La vida de oración debe ser un momento que anhelemos cada vez más a medida lo vamos haciendo parte de nuestro día a día. Ciertamente, amamos pasar tiempo con nuestros seres más queridos, pero ¿estamos deseando de la misma forma pasar tiempo en comunión con Dios? La Biblia nos dice que este es el primer y más importante mandamiento: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.” (Marcos 12:29). Así que preguntémonos, ¿estamos amando a Dios?, cultivando nuestra vida de oración no solo demostramos nuestro amor y devoción, sino que nuestro amor hacia Él crece exponencialmente.
En primer lugar, para mejorar nuestro tiempo de oración debemos implementar:
1. Una nueva perspectiva sobre la oración en nuestra mente.
Confesando nuestra insuficiencia. Debemos reconocer en humildad y tener siempre este pensamiento grabado en nuestras mentes: En mi cuerpo, carne y naturaleza pecaminosa, difícilmente sentiré el anhelo de orar, pero como hijo(a) de Dios, reconozco que no vivo para mi carne, más vivo por El Espíritu, el cual necesita ser fortalecido mediante la comunión diaria con mi Padre celestial. ¡Debo orar, aunque no sienta hacerlo!
El apóstol Pablo explica esta batalla entre nuestro cuerpo y espíritu en el capítulo 7 del libro de Romanos. “...La verdad es que no entiendo nada de lo que hago, pues en vez de hacer lo bueno que quiero hacer, hago lo malo que no quiero hacer... Yo sé que mis deseos egoístas no me permiten hacer lo bueno, pues, aunque quiero hacerlo, no puedo hacerlo...”. Si somos conscientes de esta verdad, pero seguimos dejándonos vencer por nuestra carne, no hemos comprendido nada en realidad. Entender esta verdad es el secreto para agarrar valor, accionar y, por ende, ganar siempre la batalla contra nuestra carne. ¡Soldado avisado no muere en guerra!
Reconocer que orar es un privilegio. Un privilegio del cual como cristianos no somos conscientes muchas veces. Tendemos a olvidar lo privilegiados que somos de tener acceso directo a poder comunicarnos con Dios mediante la oración. Nunca olvidemos que antes del sacrificio de Jesús, tener acceso a la presencia de Dios era un acto exclusivo para ciertas personas, un protocolo a través del sistema de sacrificios.
Ahora, gracias a que estamos bajo el nuevo pacto de la gracia, podemos comunicarnos con Dios, el Rey de Reyes, Señor de Señores, ¡el creador del universo!, quien ya pagó el tan alto precio para hacer de la oración una posibilidad. ¿Qué precio? Mandar a Su Hijo a morir por nosotros, para que el velo fuera roto y que tú y yo podamos acercarnos confiadamente al trono de Su Gracia. “Ahora todos podemos tener acceso al Padre por medio del mismo Espíritu Santo gracias a lo que Cristo hizo por nosotros.” (Efesios 2:18). Es tiempo de reflexionar si estamos aprovechando esta enorme bendición.
Necesitamos comprender la importancia y propósito de la oración en la vida del creyente. Comprender que una oración apresurada por las mañanas o por la noche, no es suficiente. Para el cristiano, orar es tan vital como respirar. El propósito de la oración es tener comunión con nuestro Padre Celestial, y es en este tiempo que somos transformados, experimentamos la paz que sobrepasa todo entendimiento, somos fortalecidos para triunfar sobre la tentación y pecado, presentamos nuestras peticiones y nos despojamos de las preocupaciones, pero más importante aún, es que en la oración el Espíritu Santo nos llena y fortalece para amarlo más, anhelarlo más, para depender totalmente de Él. ¿Has experimentado todo lo mencionado? Si no es así, comienza a orar y comprueba por ti mismo el poder de la oración. “El Señor está cerca de todos los que lo invocan, sí, de todos los que lo invocan de verdad.” (Salmo 145:18)
No será fácil al inicio, las excusas para no orar siempre estarán presentes, pero es por esta razón que después de que nuestra perspectiva sobre la oración ha cambiado, es necesario implementar:
2. Un nuevo hábito de oración en nuestra vida.
Haz una guía de oración
Escribe todas las peticiones, clasificándolas en categorías, como ser: peticiones de mi vida espiritual, peticiones personales, mi familia, mis amigos, la iglesia, mi país, por Israel (recuerda que somos llamados a orar por este pueblo escogido por Dios, lee Salmos 122:6). A lado de cada petición, escribe una promesa o versículo bíblico que respalde tu petición, recuerda que debemos orar conforme a la voluntad de Dios.
Sí, te tomará algo de tiempo realizar esta lista, pero una vez esté terminada, será tu guía eficaz de oración para siempre y la duración de tu oración aumentará.
El Señor Jesús dijo a sus discípulos: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?” (Mateo 26:40). En el huerto de Getsemaní, los discípulos no pudieron orar con Jesús ni siquiera durante una hora. Se nos dificulta muchas veces orar por un tiempo prolongado, pues los motivos para orar pronto se acaban. Es por esta razón que este método mejorará la duración y calidad de tu oración. Con el paso del tiempo, irás notando peticiones contestadas y escribiendo otras nuevas. Tener esta guía en un formato digital en tu teléfono móvil resulta muy útil.
Empieza un diario de oración
A diferencia del método anterior, aquí escribirás cuánto quieras y cuando quieras expresarte a Dios, como en una carta, tal y como lo hacía el famoso salmista David. A veces, orar en silencio, o en nuestras mentes no funciona ya que terminamos distrayéndonos. Esta es una alternativa para lograr concentrarte cuando no puedes o no disfrutas orar con voz audible. Muchas veces olvidamos lo que le pedimos a Dios y cuando él ya nos ha contestado, no lo percibimos. Es por esta razón, que al tener un registro de tus oraciones verás como Dios ha respondido y ha sido atento a tu oración, y de esta manera tu fe irá en aumento.
Ora sin cesar
Orar sin cesar es estar en comunicación con Dios en todo tiempo. La Biblia nos insta a esto: “Estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en todo, porque ésta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús." (1 Tesalonicenses 5:16-18). Así que, sí es posible vivir una vida de oración casi 24/7. ¿Cómo podemos estar siempre gozosos, orar en todo tiempo y dar siempre gracias? Podemos incluir siempre a Dios en diferentes hábitos que disfrutemos realizar. Por ejemplo, si te gusta la música, ya sea escucharla o cantarla, entonces escucha de Dios y cántale a Él. La alabanza es un tipo de oración, así como la adoración es un estilo de vida, y nosotros fuimos específicamente creados para esto, para la alabanza de Su nombre (Efesios 1:6).
Tengamos a Dios presente siempre en nuestros pensamientos, en nuestras decisiones diarias y en nuestro diario vivir. Recuerda que somos templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19), Él ya vive en nosotros, entonces propongámonos a convivir con Él en todo tiempo, a toda hora, y en todo lugar.
Sin importar el hábito que elijas, no olvides que la oración no trata solamente de pedir y pedir, la Biblia nos dice: "y cuando piden algo, no lo reciben porque lo piden con malas intenciones, para gastarlo en sus propios placeres." (Santiago. 4:3).
Recuerda primeramente, confesar tus pecados para que tu oración sea escuchada (Salmo 66:18), recuerda adorarle (1 Crónicas 16:34); suplicar, es decir, pedir conforme a su voluntad (1 Juan 5:14) y agradecer en todo momento. (1 Tesalonicenses 5:18).
Puedes recordar fácilmente estos pasos de oración con la primera letra de cada palabra resaltada anteriormente: CASA.
Implementando una nueva perspectiva acerca de la oración en nuestras mentes y cualquier hábito de oración, tendremos una vida de oración eficaz y veremos su poder transformador obrar en nuestras vidas.
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”
Jeremías 33:3 RVR1960
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