Porque Tú formaste mis entrañas;
Me hiciste en el seno de mi madre.
Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho;
Maravillosas son Tus obras,
Y mi alma lo sabe muy bien.
No estaba oculto de Ti mi cuerpo,
Cuando en secreto fui formado,
Y entretejido en las profundidades de la tierra.
Tus ojos vieron mi embrión,
Y en Tu libro se escribieron todos
Los días que me fueron dados,
Cuando no existía ni uno solo de ellos.
En estos versos, apreciamos la gran admiración que David experimentaba al reconocer la perfecta y maravillosa forma en que Dios lo creó desde el vientre de su madre. Es increíble darse cuenta de que en esa época no se conocía todo lo que ciencia nos ha brindado en la actualidad acerca del proceso embriológico del ser humano. Sin embargo, para David era suficiente saber que Su creador había planeado su existencia y lo había formado amorosa y delicadamente.
Y no solamente eso; tenía escrito cada acción, palabra, y plan de vida en Su libro. Saberse escogido y amado por Dios era una buena razón para David de alabar, exaltar y adorar el nombre de Dios; y también debería de serlo para nosotros ahora.
Ora este Salmo con la plena certeza de que cada palabra es también una realidad en tu vida. Fuiste creado, formado, planeado por y para Dios.
Reflexiona y responde en oración:
¿Estás enfocándote y buscando el plan y propósito de vida para el cual Dios te creó?
«…en Tu libro se escribieron todos
Los días que me fueron dados,
Cuando no existía ni uno solo de ellos».
Salmo 139:16 NBLA
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