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Foto del escritorCarlos Amaya

Ekklesia: Uno para todos y todos para uno

Actualizado: 30 may 2022



Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos».

Juan 13.34 NTV

Más que tres

La novela de Alejandro Dumas, “Los Tres Mosqueteros” relata la historia de un joven francés llamado D´Artagnan (Dartañan) cuyo sueño era convertirse en un fiel mosquetero al servicio de su rey. En el camino hacia su objetivo, como todo buen protagonista, enfrenta una serie de dificultades como ser: peleas y engaños. A medida avanza el relato se encuentra con la necesidad de hacerse acompañar y decide pertenecer a un grupo de valientes peleadores. Athos, Fortos y Aramis, son los que hoy se conocen como los tres mosqueteros. Este grupo, que uno bien pudiera llamar familia, estaba tan comprometidos con su causa que no tardaron en hacerle un lugar al joven D´Artagnan – ya que vieron en él, el mismo ímpetu y deseo que les cubría a ellos. Es así como juntos emprenden una serie de aventuras bajo el grito “Uno para todos y todos para uno”, que surgía cada vez que se presentaba una misión que conllevaba una serie de retos y peligros, poniendo como punto de partida que si uno de ellos necesitaba ayuda, el resto acudía a su rescate.


Esto es lo básico

Jesús, durante su ministerio en la tierra, realizó una acción llamativa y escogió a doce personas entre el pueblo para que lo acompañaran y anunciaran el mensaje que él quería transmitir (Marcos 3.13-14). Estos doce estarían con Jesús hasta el momento de su arresto, muerte y crucifixión; acompañándole a cada lugar dónde iba, escuchando cada palabra que decía y viendo cada acción suya. Ellos estaban siendo formados como discípulos.


En Juan 15.16 se relata cual era la intención de la escogencia de estos discípulos y era que produjeran frutos duraderos, era evidente que Jesús esperaba que estos frutos fueran buenos. Antes de ascender al cielo, Jesús les dejó una misión “Hagan discípulos de todas las naciones…”, en otras palabras, enséñenles a todos, por todo el mundo, lo que yo les he enseñado (Mateo 28:19-21 NTV), es así como se forma lo que hoy conocemos como la “Iglesia de Cristo”.


Es común que al hablar de iglesia se piense en un edifico (un templo o una catedral). Sin embargo, lo correcto sería hablar de ella entendiendo que son personas. “Es la comunidad de todos los verdaderos creyentes de todos los tiempos” (Grudem, 1994, pág. 897), eso implica que esta comunidad está formada por hombres y mujeres que sienten, piensan y actúan de maneras distintas, pero que tienen en común que son pecadoras y que han recibido el perdón de Dios por medio de Cristo. Ahora bien, es importante ampliar la razón de la existencia de la iglesia. Grudem enlista tres propósitos básicos: a) Adorar a Dios, b) Propiciar madurez en los creyentes de tal manera que reflejen el carácter de Cristo y c) Proclamar el evangelio de cristo a los no creyentes (pág. 912-913), esto permitirá que se entienda cuál es el deseo de Dios para Su iglesia y lo que es importante para que ésta lleve a cabo la tarea para la cual fue establecida.


No hay otra forma

Comunidad en su definición más particular es un conjunto de personas que forman parte de un pueblo y que tienen intereses en común (Perez Porto & Gardey, 2022) , por esa razón se presenta a la iglesia como una comunidad, ya que pertenecen al pueblo de Dios y están vinculadas con el objetivo de reflejar a Cristo en esta tierra (1 Pedro 2.9). En ese sentido se observa el ferviente deseo de parte de Jesús por enseñarle a sus discípulos la importancia de la comunión unos con otros, tanto así que les mandó a hacerlo:


“Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos” (Juan 13.34 NTV).


Sin duda Jesús sabía que su iglesia estaría conformada por personas de diferentes entornos, profesiones, nacionalidades, pensamientos e ideologías, lo que lógicamente supone que la unidad sea un reto enorme, por lo cual debía ser trascendental enseñarla y practicarla. Sin embargo, Jesús no pide que la unidad entre ellos sea meramente emocional o circunstancial, sino que le da un matiz de deber constante que repercutirá en que los no creyentes sepan que la iglesia refleja a Cristo y es aquí donde la comunión se vuelve el eje fundamental para que la misión de la iglesia se lleve a cabo. Así que no hay otra forma de mostrarle al mundo que se es un discípulo de Cristo sino existe comunión en la iglesia.

Uno para todos y Todos para uno

Uno de los ejemplos más hermosos de comunión entre hermanos se encuentra en Hechos 4.32-35 NTV


Todos los creyentes estaban unidos de corazón y en espíritu. Consideraban que sus posesiones no eran propias, así que compartían todo lo que tenían. Los apóstoles daban testimonio con poder de la resurrección del Señor Jesús y la gran bendición de Dios estaba sobre todos ellos. No había necesitados entre ellos, porque los que tenían terrenos o casas los vendían y llevaban el dinero a los apóstoles para que ellos lo dieran a los que pasaban necesidad”.


Se observa que la comunión que existía entre estas personas no se limitaba en reunirse a escuchar un sermón o salir y seguir adelante con sus vidas. La unidad que Dios demanda a su pueblo, debe trascender lo superficial y trasladarse a elementos más fuertes como: Animar al desalentado, levantar al que se ha caído, al que tiene hambre darle de comer, al que tiene sed darle de beber, al que tiene frío abrigarlo, al que está enfermo cuidarlo, permaneciendo unánimes en oración. Puede existir comunión en muchos aspectos. La iglesia debe ser distinta, la unidad no debe limitarse al tiempo o espacio.


Hablar de iglesia sin una comunión a la manera de Jesús es una contradicción natural, porque el sentido esencial de la iglesia es la unidad de los creyentes, sin ésta todo aquel intento para reunir a los “santos de Dios” cualquier día de la semana y meterlos en un edificio, se convierte en un acto infructuoso, no más trascendente que reunir a la gente en un estadio para un partido de futbol, o en un teatro para un concierto o en una concentración política.


Así como aquel joven Dartañan, hay muchos cristianos que están emprendiendo un largo camino hacia el objetivo de reflejar a Cristo. Sin embargo, no pueden solos, ya que existirán momentos de tentación, caídas, dudas, tristeza y necesidad. Es ahí donde la familia llamada “iglesia” conformada por los Athos, Fortos y Aramices, debe estar atenta a acoger en su entorno a estos Dartañanes y estar dispuestos a pelear por y con ellos en oración y en acciones que demuestren el amor que Cristo ya les ha dado.


Recordando las palabras de Jesús “Amense unos a otros” semejante a aquel grito “Uno para todos y todos para Uno” que recoge la petición de cristo al padre:


“No te pido solo por estos discípulos, sino también por todos los que creerán en mí por el mensaje de ellos. Te pido que todos sean uno, así como tú y yo somos uno, es decir, como tú estás en mí, Padre, y yo estoy en ti. Y que ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.”

Juan 17.21 NTV


Es necesario entender que la iglesia no debe verse limitada a un edificio o a un horario en particular, la iglesia es trascendental y debe ser algo activo, estando atentos a las necesidades del alma o físicas de la comunidad. Iglesia no es un nombre en particular, no es un show, no es división. Iglesia es comunión, es pasión, es amor, es todo el año y todos los días, es ir donde pocos quieren ir, es aliento, es esperanza. La única manera de saber lo que es y lo que no es “la iglesia” es escuchando atentamente aquellas palabras de Jesucristo:


“El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos” Juan 13.25 NTV.


No hay otra forma.



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