Lectura sugerida: Santiago 3
El capítulo 3 de la carta de Santiago es un capítulo muy práctico y nos habla sobre dos temas importantes: La lengua, y la sabiduría de lo alto.
El poder de la lengua
Santiago 3:1-2 NBLA
«Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo. Porque todos fallamos de muchas maneras. Si alguien no falla en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo».
En estos versículos Santiago se dirige a todos los maestros de las iglesias y les advierte que no hay que tomar a la ligera esta gran responsabilidad sin considerar todo lo que cuesta.
También nos dice que muchas veces ofendemos a los demás. Todos fallamos de muchas maneras y él se incluyó a sí mismo, pero no excusa nuestras ofensas. Aquí vemos una de las muchas declaraciones de la Biblia de que todos fallamos, todos pecamos (Ec 7:20, 1 R 8:46, Job 14:4, Pr 20:9, 1 Jn 1:8, 10).
Nos enseña que la madurez espiritual se refleja con nuestras palabras, ya que ellas evidencian lo que verdaderamente abunda en nuestro corazón (Mt 12:34-37), y que toda persona que logra refrenar su lengua, es también capaz de hacerlo con todo su cuerpo.
Santiago 3:3-6 NBLA
«Ahora bien, si ponemos el freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dirigimos también todo su cuerpo. Miren también las naves; aunque son tan grandes e impulsadas por fuertes vientos, son, sin embargo, dirigidas mediante un timón muy pequeño por donde la voluntad del piloto quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, se jacta de grandes cosas. ¡Pues qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego! También la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida».
Santiago nos da varios ejemplos de la importancia de cuidar nuestras palabras. Un caballo muy fuerte puede ser controlado con un freno muy pequeño en su boca. Un gran barco puede girar debido a un timón. De igual manera, si nosotros tenemos control sobre nuestra lengua, con la ayuda del Espíritu Santo, es un indicio de que tenemos control sobre nosotros mismos. La lengua puede ser muy pequeña, pero también es sumamente importante aprender a frenarla.
Santiago 3:7-8 NBLA
«Porque toda clase de fieras y de aves, de reptiles y de animales marinos, se puede domar y ha sido domado por el ser humano, pero ningún hombre puede domar la lengua. Es un mal turbulento y lleno de veneno mortal».
El ser humano ha podido ser capaz de domar a las grandes bestias y animales salvajes, pero el hombre natural (no creyente) se ha hallado incapaz de hacer lo mismo con su propia lengua. ¿Sabes cuál es el veneno más mortal del mundo? El de la lengua. «¡Es una llama pequeña que puede incendiar todo un bosque!» (Stg 3:5). Por nuestra propia cuenta, nunca podremos controlarla, pero sí podemos hacerlo con la ayuda del Espíritu Santo.
Santiago 3:9-12 NBLA
«Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios. De la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso una fuente echa agua dulce y amarga por la misma abertura? ¿Acaso, hermanos míos, puede una higuera producir aceitunas, o una vid higos? Tampoco la fuente de agua salada puede producir agua dulce».
Santiago advierte que, de una misma boca no debería de proceder bendición y maldición. Un ejemplo práctico de cómo puede lucir esta contradicción en nuestras vidas es que, cuando estamos en la iglesia usamos un determinado tipo de vocabulario para comunicarnos, y utilizamos otro totalmente diferente fuera de ella, en nuestras casas o lugares de estudio y trabajo. Santiago nos insiste diciendo: Hermanos míos, esto no debe ser así.
La Palabra de Dios nos dice que sólo una cosa puede abundar en nuestro corazón, y sólo una cosa podrá brotar de él. «El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Lc 6:45).
La sabiduría de lo alto
Santiago 4:13-16 NBLA
«¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que muestre por su buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tienen celos amargos y ambición personal en su corazón, no sean arrogantes y mientan así contra la verdad. Esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica. Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala».
Santiago también enseña sobre dos tipos de sabiduría: la sabiduría de lo alto y la sabiduría terrenal. La terrenal, se caracteriza por tener una vista solo en esta vida, y él la describe como animal y diabólica. En cambio, la sabiduría de lo alto se diferencia por los frutos que produce debido a la obra del Espíritu Santo. Frutos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, mansedumbre, fe y templanza (Gal 5:22-23).
Santiago 3:17 NBLA
«Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía».
¿Cómo demostramos que somos verdaderamente sabios? La única manera de demostrar que somos sabios es mediante nuestra conducta y manera de ser. Ser sabio no es solamente saber, sino hacer. El que es verdaderamente sabio lo evidencia con su manera de vivir (¡y de hablar!).
«El temor de Jehová es el principio de la sabiduría,
Y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia».
Proverbios 9:10 RVR60
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