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Foto del escritorAndrea Moreno

Encuentros con Jesús: La gran pregunta de Nicodemo

(Adaptación de El Unigénito Hijo de Dios, p. 4)



Durante el encuentro de Jesús con Nicodemo, se da una de las conversaciones más interesantes y profundas que leemos en los Evangelios. Nicodemo, quien era un fariseo, maestro piadoso y miembro del sanedrín (el más alto tribunal judío), sabía que las obras y milagros que Jesús realizaba sólo podían provenir de Dios. Por esta razón, decide ir hacia Él de noche, de manera discreta para despejar sus dudas e inquietudes. En el corazón de este gran maestro que conocía toda la ley judía, había una gran inquietud por saber más de Dios, y por experimentar más que sólo leyes y leyes.


Pero lo que Jesús le explicaba, parecía una locura total. ¿Nacer de nuevo? ¿Cómo sería eso posible? Lo que Jesús intentaba darle a entender a este maestro, era la misión que Él venía a cumplir en esta tierra en la obra de la Cruz. Quería que Nicodemo entendiera que Él venía a establecer un nuevo pacto para poder relacionarse con Dios. El antiguo pacto de la ley sería anulado, pues Jesús vendría a establecer el nuevo pacto de la Gracia.


Un pacto que ya no consistiría más en esfuerzos humanos para agradar a Dios, puesto que el antiguo pacto sólo tenía la finalidad de apuntar hacia la necesidad de uno nuevo, debido a la insuficiencia del ser humano para cumplirlo a cabalidad. Este nuevo pacto consistiría en la gracia que nuestro Padre nos extiende a través de la obra de Cristo en la cruz, con tan sólo depositar nuestra confianza en Él, ya que Él sí pudo cumplir toda la ley a lo largo de Su vida.


¡Así es como nacemos de nuevo! Cuando reconocemos nuestra insuficiencia y nos arrepentimos de nuestros pecados, cuando reconocemos que necesitamos a un Salvador y depositamos toda nuestra fe en Él. En ese momento, recibimos al Espíritu Santo de Dios, quien empieza Su obra en nuestras vidas, de maneras misteriosas, pero tan reales. Así describe este misterio nuestro Señor Jesús: «No te asombres de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”. El viento sopla por donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu» (v. 7).


Hoy en día, vemos tantas maneras en que el ser humano intenta por sus propios medios, y en sus propias fuerzas acercarse a Dios para obtener la salvación y “ser mejores personas”. No solo lo vemos en las demás religiones, ya que lamentablemente aún nosotros como cristianos muchas veces no logramos comprender y descansar en la gracia de Dios. Por esta razón, a menudo podemos caer en desánimo al fallar y fallar una y otra vez; al no experimentar cambios y tampoco una transformación genuina en nuestras vidas debido a que seguimos confiando en nuestra propia capacidad.


La liberadora verdad del evangelio es esta: No necesitas hacer más, servir más en la iglesia, intentar ser un mejor cristiano, o cumplir con un ministerio y estrictos mandamientos. Lo que necesitamos es comprender que la obra de Salvación ya ha sido completada, por lo tanto, debemos quitar la mirada de nosotros mismos, de lo que podemos o no hacer por Dios; y dirigirla completamente hacia lo que Cristo ya hizo y ganó por nosotros en la Cruz del Calvario. Es hasta ese momento en que reconocemos nuestra insuficiencia y confiamos de todo corazón en Su sacrificio, que podemos experimentar Su poder y descansar en la dulce gracia de Dios.


Nunca olvides estas grandes verdades que infundirán seguridad, aliento y fortaleza a tu alma:

  • Dios no necesita que intentes ser una mejor persona, pues Su deseo es convertirte en una nueva (2 Co 5:17).

  • No puedes salvarte a ti mismo. Eres salvo y capaz de relacionarte con Dios únicamente por gracia por medio de la fe en Jesucristo (Ef 2:8-9).

  • Puedes regocijarte en tu incapacidad y debilidad, ya que sólo de esa manera podrás experimentar el poder de la gracia de Dios en tu vida:

«Y Él me ha dicho: "Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad". Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí». (2 Corintios 12:9 NBLA)

¿Recibimos o rechazamos Su gracia?


Es interesante saber que Nicodemo es conocido como uno de los dos discípulos secretos de Jesús (Jn 19:38-40). Probablemente, debido a su alto puesto entre los judíos, nunca tuvo la valentía de declarar abiertamente su fe y de convertirse en un seguidor de Jesús (Contrariamente a Zaqueo). Aquí vemos que Nicodemo ejemplifica a todas las personas que se rehúsan a vivir una vida empoderada por la gracia de Dios, porque se mantienen viviendo una religión y fe muerta regida únicamente por normas.


Sin embargo, la gracia y misericordia de Dios hacia su vida siempre estuvo presente, pues es a Nicodemo a quien Jesús explicó el mensaje completo del Evangelio, en uno de los versos más conocidos y apreciados de toda la Biblia:


«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna».

Juan 3:16 NBLA





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