«En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia».
Proverbios 17:17 RVR60
¿De qué maneras has conocido a tus mejores amigos? Todos sabemos que forjar relaciones cercanas no es algo que logramos de la noche a la mañana, ni tampoco algo que podemos forzar a que suceda. En cambio, sí nos podemos esforzar para dedicar el tiempo y la atención necesaria para cultivar una amistad con un amigo, amiga o cualquier otro tipo de relación.
A lo largo del mes hemos hablado acerca de quién es la persona del Espíritu Santo, sobre cómo podemos recibirlo y también de la importancia de obedecer al llamado de ser llenos de Él. Hay tanto más que podríamos aprender sobre este tema, pero para finalizar esta serie creo que debemos comprender la razón por la cual hemos estado leyendo acerca de la tercera persona de la trinidad, y esta es que: el Espíritu Santo verdaderamente es el mejor amigo del cristiano.
La Biblia nos dice que Él es esa guía que nos conduce siempre hacia Cristo, quien nos da el poder que desesperadamente necesitamos para vencer nuestra carne y para compartir a otros la verdad del evangelio (Jn 16:13-15). El Espíritu Santo es esa presencia que Jesús prometió que estaría con nosotros en cada momento hasta el fin del mundo, y quien sería nuestro consolador en medio de las aflicciones que nos toque atravesar, pues se encargaría de recordarnos las palabras de Jesús cuando más las necesitemos (Jn 14:26, Jn 16:33). Él es la definición de un verdadero amigo, alguien que está siempre presente en las buenas y también en las malas.
Como cristianos, ¡Cuánto necesitamos de una amistad como la de Él! Pues somos partícipes de la carrera más importante que cualquier persona pueda emprender: la carrera de la fe, cuya meta es Cristo Jesús. Contrariamente a los caminos de este mundo, el camino de la carrera de la fe es angosto y difícil (Mt 7:13-14), y no seríamos capaces de correrla, ni mucho menos de culminarla si no fuera por la victoria que ya tenemos ganada en Cristo Jesús: ¡El Espíritu Santo es el regalo de Dios para nosotros! El cual fue pagado a un alto precio con la preciosa sangre del Hijo de Dios. Él es ese sello y la garantía de nuestra salvación (Ef 1:13-14).
Entonces, cuando hemos decidido rendir nuestra vida a Dios y correr esta carrera, no tenemos otra opción más que depender completamente de Su Espíritu. No se trata meramente de esforzarnos para lograr esto, porque no funciona de esa manera; sino de rendirnos cada vez más a Él para que podamos ser fortalecidos por Su poder (Jn 3:30).
Hoy te invito a que puedas reflexionar en tu relación con el Espíritu Santo.
¿Todas las funciones que Él desempeña son una realidad en tu vida?
¿Dedicas tiempo para conocer a este amigo fiel que está siempre a nuestro lado?
Realmente, ¿es el Espíritu Santo tu mejor amigo?
Tarde o temprano en nuestra vida cristiana, nos damos cuenta de que la única verdad, la única verdadera esperanza, y la única amistad que nunca falla sola la encontramos en el Espíritu Santo. Su guía, su poder y amor pueden ser una realidad en nuestras vidas, si hacemos de Él nuestro mejor amigo.
«Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado».
Romanos 5:5 NBLA
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