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Foto del escritorAna Leverón

¡Este es el Cristo que nos ha nacido!

«El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; sí, la luz resplandeció para los que vivían en un país de sombras de muerte».

Isaías 9:6 RVC


Durante muchos años ha habido discrepancias y fuerte discusiones de (incluso) índole académica para definir el nacimiento de Jesús. Los calendarios han sido discutidos y evaluados, y aún siguen sin establecer una fecha exacta. En Honduras, conmemoramos el nacimiento de Jesús el veinticuatro de diciembre. Este día es característico por muchas tradiciones. Sin embargo, hay una verdad irrefutable que jamás podrá ser opacada; y es que Jesús traspasa en su totalidad esta celebración.


Durante el reinado de Acaz, Isaías comenzó a profetizar y anunciar la llegada de un niño que sería concebido por una virgen. Por muchos años Dios siguió revelando estas profecías a los distintos profetas que Él escogió de entre el pueblo de Israel. Por eso el pueblo de Israel se asió de esta promesa esperando a un Rey que les liberara y trajera luz a la oscuridad que ellos experimentaban.


¡La luz resplandeció! El nacimiento de Jesús nos alumbró. Desde el principio, todas aquellas promesas y profecías que anunciaban el nacimiento de Jesús culminaron en el pesebre. Lo que nos fue anunciado desde Génesis se cumplió. Jesús vino a traer no solo victoria sobre el pecado, sino también a reparar nuestra relación con Dios.


Porque un niño nos ha nacido, ¡un hijo nos ha sido concedido! Sobre sus hombros llevará el principado, y su nombre será «Consejero admirable», «Dios fuerte», «Padre Eterno» y «Príncipe de paz»

Isaías 9:6 RVC


Solo un Dios santo, justo y sin mancha podía pagar el precio de nuestros pecados. Precisamente por eso nace Jesús, Él es uno con el Padre. Aunque él pudo haber descendido con poder a salvarnos era necesario el sacrificio del cordero sin pecado, y solo Jesús pudo presentarse como justo. Así como nosotros, Jesús nació y experimentó la vida humana tal como tú y yo la vivimos. No tenemos por Señor a alguien que desconoce nuestra naturaleza o luchas. Al contrario, Él era uno con el Padre, el Verbo hecho carne y no escatimó el ser igual a Dios al morir por nosotros.


Hoy te animo a reflexionar en esta verdad. Jesús vino a salvarnos, vivió y anduvo como nosotros. Él conoce nuestra humanidad y fue obediente a la voz de su Padre muriendo por nosotros. Quizá no le merecemos pero, de eso se trata la gracia.

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