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Foto del escritorAndrea Moreno

La fe que salva | Santiago 2


Lectura sugerida: Santiago 2


«La gracia que no cambia mi vida no salvará mi alma» —Charles Spurgeon



El segundo capítulo de la carta de Santiago trata dos asuntos de suma importancia para que podamos evaluar nuestra fe y examinar si es una fe viva y verdadera; es decir, si es la fe que realmente es manifiesta en una persona que ha sido salva por la gracia de Jesús:


  1. El pecado de la parcialidad

  2. La fe se muestra con los hechos


El pecado de la parcialidad

«Hermanos míos, no tengan su fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo».

Santiago 2:1 NBLA


Santiago estaba realmente interesado en enseñarle a la iglesia y a los creyentes dispersos de esa época que no debían mostrar preferencia entre ellos ni hacer acepción de personas, específicamente entre ricos y pobres. Él deseaba ser muy claro respecto a este punto y les da el ejemplo de una persona rica que llega a la congregación, con anillo de oro y ropa espléndida, quien es recibida con mucho agrado y llevada a un buen lugar para sentarse entre la congregación. No obstante, cuando llega un pobre con vestimenta andrajosa, no sucede lo mismo. Lamentablemente, a este pobre se le indica simplemente mantenerse de pie o sentarse en el suelo (Stg 2:2-3). Santiago concluye este ejemplo escribiendo: «¿acaso no hacen discriminación entre ustedes, juzgando con malas intenciones?» (Stg 2:4 NVI).


En el siglo I, la sociedad se caracterizaba por la distinción entre clases sociales altas y bajas, entre los que eran judíos y gentiles. Por esta razón, los apóstoles tenían el importante deber de enseñar a los creyentes lo que Jesús había conquistado con Su obra en la cruz: romper esas murallas que dividían a la humanidad, y traer adelante una nueva raza humana en Él (Ef 2:14-15).


Todos los que hemos creído en Jesús, ¡somos uno en Él! «Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús». (Gal 3:28)


Santiago recordó a sus lectores que el Reino de los Cielos pertenece a los pobres en espíritu, y no necesariamente a los ricos en posesiones (Mt 5:3). De hecho, ya que las riquezas son un obstáculo para el reino de Dios (Mt 19:24, 1 Ti 6:10), el apóstol destacó que a Dios le agrada utilizar a los pobres del mundo para difundir y revelar su mensaje, porque, aunque carecen de recursos materiales, con frecuencia son ricos en fe. «Hermanos míos amados, escuchen: ¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que Él prometió a los que lo aman?» (Stg 2:5).


Por lo tanto, hacer acepción de personas demuestra en los creyentes una falta de entendimiento de quién es Dios realmente, y sobre lo que es importante para Él: el Señor no ve lo que ve el hombre; pues el hombre ve la apariencia exterior, pero el Señor ve el corazón (1 Sm 16:7), y nosotros también debemos hacerlo.


Calvino escribió con respecto a la elección de Dios de los pobres: «No fue solo a ellos, sencillamente quería empezar con ellos, para derribar el orgullo de los ricos».


Basta con ver la vida y el ejemplo de Jesús para comprender el corazón de nuestro Padre, puesto que el hijo de Dios decidió venir e identificarse con la humanidad para nacer, vivir y morir en la pobreza (Fil 2:5-8). «Solo tuvo una oportunidad de vivir nuestra vida, y eligió nacer de padres bien pobres, tan pobres que no pudieron ofrecer más que dos palomas en su presentación en el templo». (Meyer)


Como Iglesia de Cristo, debemos constantemente orar para renovar nuestro entendimiento y priorizar lo que es realmente importante para Dios, y para poder declarar como el apóstol Pedro: «…Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos, sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia» (Hch 10:34b-35).


La fe se muestra con los hechos

«¿De qué sirve, hermanos míos, si alguien dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo?»

Santiago 2:14 NBLA


Santiago también nos enseña un principio clave sobre la fe cristiana: la fe sin obras es muerta.


Una fe verdadera, aparte de ser profesada con los labios, también debe ser demostrada con acciones de obediencia a Dios. Aquí Santiago nuevamente da el ejemplo de cómo luce una fe muerta. Es como cuando vemos que un hermano se encuentra en gran necesidad, y no hacemos nada para ayudarle; simplemente le deseamos bendiciones e incluso prometemos apoyarle en oración, pero sin tomar ninguna acción para proveerle de sustento en medio de su necesidad (Stg 2:15-16).


Profesar tener fe, simplemente no es suficiente y no demuestra una fe genuina y salvífica. Santiago nos dice: «¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan» (Stg 2:19). Los demonios también tienen fe, pero no es una fe activa, viva y claramente, no es el tipo de fe que demuestra una salvación genuina.


Para dar a entender que somos salvos solo por gracia por medio de la fe (Ef 2:8-9), pero que las buenas obras y un cambio de vida genuino son consecuencia natural de la salvación; Santiago nos ilustra dos ejemplos que encontramos en el Antiguo Testamento: Abraham (el padre de los judíos) quien estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo para obedecer a Dios; y Rahab (una gentil) que demostró su confianza en el Dios de Israel al esconder a los espías y al buscar salvación de su Dios.


Santiago quizás utilizó el ejemplo de un judío y también de una gentil para recalcar su enseñanza anterior de que para Dios no existe la parcialidad. Ambos ejemplos de fe viva nos enseñan que, si creemos en Dios, haremos lo que Él nos diga que hagamos, sin importar el costo. No se trata de seguir obras religiosas, se trata de estar dispuesto a darlo todo por tu Salvador.


«Él a propósito puso juntas a dos personas que eran diferentes en carácter, para exhibir con más claridad, que ninguno, cualquiera que sea su condición, nación o clase social, se ha contado como justo sin buenas obras». (Calvin, citado en Hiebert)


Tomate unos minutos para reflexionar en estos puntos escritos por David Guzik y examina cuál es el tipo de fe que profesas.


¿Cuáles son algunas marcas de la fe salvadora?

· Es la fe que no mira hacia sí misma, sino hacia Jesucristo.

· Es la fe que está de acuerdo con la Palabra de Dios, tanto internamente como con las palabras.

· Es una fe basada en lo que Jesús hizo en la cruz y la tumba vacía.

· Es la fe que se expresará naturalmente en el arrepentimiento y las buenas obras.

· Es la fe que a veces puede dudar; sin embargo, las dudas no son más grandes ni más permanentes que la fe. Esta fe puede decir: «Señor, yo creo; ayuda a mi incredulidad».

· Es la fe que quiere que otros lleguen a tener la misma fe.

· Es la fe que dice más que: «Señor, Señor», como en Mateo 7:21-23.

· Es la fe que no solo escucha la Palabra de Dios; sino que la pone en práctica, como en Mateo 7:24-27.


Pablo entendió la necesidad de las obras para probar el carácter de nuestra fe, y escribió: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efesios 2:10).


También escribió: «Palabra fiel es ésta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras» (Tito 3:8).


Cada uno de los apóstoles que se encargaron de la proclamación del evangelio durante los inicios de la Iglesia cristiana, y los que incluso dieron sus vidas por esta causa, pudieron experimentar una fe viva y verdadera. Sus vidas, escritos y ejemplos nos enseñan una simple, pero gran lección: Una fe verdadera está dispuesta a darlo todo por la Verdad.



Referencias:

1. David Guzik. (2020). Santiago 2: Una fe viva en la vida de la iglesia. https://es.enduringword.com/comentario-biblico/santiago-2/

2. Thomas Nelson, Inc. (2015). Biblia de Estudio para la mujer: Santiago 2 (RVR60). Grupo Nelson, Inc.

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