«No se emborrachen con vino, que lleva al desenfreno. Al contrario, sean llenos del Espíritu».
Efesios 5:18 NVI
Tal vez podríamos pensar de este versículo que, la primera oración y la segunda no tienen nada que ver, pero el ejemplo del vino nos ayuda a entender mejor qué es la llenura del Espíritu Santo. El emborracharse, o estar bajo la influencia del vino, lleva al desenfreno, se toman decisiones que no son sabias y a veces se cometen actos indecentes. Entonces, contrariamente, ser llenos del Espíritu es en cierto modo, estar bajo la influencia del Espíritu.
Mientras mucho alcohol nubla la mente, estar llenos del Espíritu la aclara. El estar llenos del Espíritu tiene como resultado que nosotros podemos vivir plenamente en Él, y que tomamos decisiones sabias, exhibimos el fruto del Espíritu y actuamos en maneras que agradan al Señor.
Cuando somos llenos del Espíritu Santo, significa que esa guía que Él ofrece es el camino que siempre tomamos. Es permitir que se mueva y nos mueva en cada aspecto de nuestras vidas.
Ahora, lo del vino también puede ayudarnos a saber cómo ser llenos del Espíritu. Se presentan como opuestos: el exceso de vino y el Espíritu. Se nos exhorta a rechazar uno y ser llenos del otro. Esto no significa literalmente que para ser llenos del Espíritu Santo lo único que hay que hacer es no emborracharse. Si no que, podemos verlo de la siguiente manera: las borracheras son un fruto de la carne (Gal 5:19), que se oponen a la llenura del Espíritu. Entonces, no tenemos que estar bajo la influencia de la carne, sino permitir que el Espíritu tome control de nuestras vidas.
Para comprenderlo mejor, imaginemos que en nuestro corazón hay muchas habitaciones, llenas de muchos deseos con respecto a diferentes áreas de nuestra vida. Al aceptar a Jesús y recibir la salvación, el Espíritu Santo entra en nuestro corazón completamente. A partir de ese momento, claro que aún existen muchos deseos de nuestra naturaleza pecaminosa en nuestro corazón, y si no estamos escuchando la guía del Espíritu Santo en algunas áreas de nuestras vidas, es como que agarráramos al Espíritu Santo y lo metiéramos en una sola habitación, cerrando la puerta. El Espíritu seguiría completamente en nosotros, pero estaría apretado y apagado en esa habitación.
En cambio, si seguimos la guía del Espíritu Santo, caminando en Cristo y resistiendo esos deseos pecaminosos, es como si las puertas de diferentes habitaciones se abrieran en nuestro corazón, para que el Espíritu, que estaba encerrado y «apagado» (1 Ts 5:19), pueda llenar las nuevas puertas abiertas hasta finalmente llenar todo nuestro corazón.
¿Cómo saber si soy lleno del Espíritu Santo?
«No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos unos a otros en el temor de Dios».
Efesios 5:18-21 RVR1960
Lo único que queda responder es cómo saber si somos llenos del Espíritu Santo. A veces, se habla de que sólo somos llenos del Espíritu Santo si hablamos en lenguas, o si tenemos otros dones espirituales de algún tipo (1 Co 12:1-11). Sin embargo, aunque el Espíritu Santo puede darnos la capacidad de hacer cosas que normalmente no podríamos, esto no significa que esa es la única forma en que se ve el ser llenos del Espíritu.
La realidad es, como está escrito, que una persona llena del Espíritu Santo es alguien que siente un deseo increíble de adorar al Señor, y que anima a los demás a hacerlo. Es alguien que alaba en el corazón (y de todo corazón), que vive para Dios, le da gracias en todo momento, y que es capaz de amar genuinamente a los demás. Eso es una persona llena del Espíritu, alguien que no sólo ha recibido el fruto del Espíritu, sino que lo ha cultivado y lo vive constantemente.
Entonces, si tuviéramos un amigo lleno del Espíritu, sería alguien enamorado del Padre, que te invita a conocerlo, que siempre da gracias, que nunca se cree más que los demás y que no es egoísta, sino humilde. Si lo vemos bien, el que está lleno del Espíritu Santo vive su vida como Jesús: humilde, siempre fiel al Padre, invita a los demás a conocerlo, se humilla ante los demás y profesa amor constantemente. Ser llenos del Espíritu Santo es un proceso constante, de todos los días. Pidamos siempre al Señor que seamos llenos de Él. Que nos dé más de Él, y tome más de nosotros. No buscando poderes místicos o algo por el estilo, sino deseando cada día ser más como Jesús.
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