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Foto del escritorAndrea Moreno

Los cielos proclaman Su gloria, ¿y tú?

«Los cielos proclaman la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de Sus manos […] ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!».

Salmos 19:1 NBLA, Salmo 139:14 NVI


Después de haber leído a lo largo de este mes que hemos sido creados para vivir con el propósito de glorificar a Dios, mediante la vida que el Hijo de Dios ganó para nosotros, para que pudiéramos ser transformados por ella; hoy finalmente leeremos acerca de cómo podemos lograr esto en el diario vivir. Ya que, es de suma importancia que podamos comprender que vivir glorificando a Dios no trata sólo de servir en determinado ministerio o posición dentro de la iglesia local, ni es algo que solo ciertas personas puedan lograr. En cambio, la Palabra de Dios nos enseña de qué trata verdaderamente:


«Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios». (1 Corintios 10:31 NBLA)


Dios nos llama a glorificarle en absolutamente cada detalle y con cada acción de nuestras vidas. Esto pudiera parecer absurdo o incluso casi imposible de realizar, pero es algo que ciertamente el Espíritu Santo nos capacita para poder cumplir, ya que cada hijo de Dios debe recordar que ya no se pertenece a sí mismo, y que es ahora un templo donde Él mora y habita; por lo tanto, somos llamados a glorificarle en cuerpo y espíritu (1 Co 6:19-20).


Esto, es verdaderamente lo que puede darle sentido y propósito a la vida de una persona, algo que hoy en día parece tan escaso y es lo que conlleva a una crisis de falta de identidad, incluso en los mismos creyentes. ¿Por qué? Bueno, nuestro orgullo juega un papel determinante. Muchas veces menospreciamos todas aquellas acciones que tal vez no están a la vista de otros o no son igualmente valoradas como otras que sí lo están. Solemos olvidar a quién es que servimos y quién es el que está presente en todo momento y lugar.


Es conveniente recordar siempre las palabras del apóstol Pablo cuando dijo: «Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien sirven» (Col 3:23-24 NBLA).


Todo cobra sentido cuando nos despojamos de nuestro orgullo, y disponemos todo nuestro ser para servir y glorificar al Dios que nos llamó a vivir con gozo, y para vivir imitando el ejemplo de Jesús; quien siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo (Fil 2:6-7).


Lo glorioso de vivir en la libertad del evangelio es que, puedes hacer tu tarea para la gloria de Dios, puedes ejercer una buena mayordomía de tu cuerpo para la gloria de Dios, estudiar tu carrera profesional para la gloria de Dios, o servir ayudando en la limpieza de tu iglesia para la gloria de Dios, puedes vencer la tentación al pecado cuando nadie te está viendo para la gloria de Dios. ¡Puedes hacerlo todo para Su gloria y experimentar gozo al hacerlo! Así como Ana Ávila lo escribió: «Pocas cosas son tan liberadoras como entender que mi historia no es acerca de mí».


Por lo tanto, sea donde sea que te encuentres, y sin importar el lugar donde Dios te ha llamado; nada te traerá más gozo, paz y satisfacción que disponer tu corazón para ser siervo de una sola audiencia, y de la más importante: Dios. Él es fiel y experto en honrar a los que también le rinden honra.


Adorando en lo cotidiano

El catecismo menor de Westminster dice que «el fin principal del hombre es el de glorificar a Dios, y gozar de él para siempre». En otras palabras, cumplimos nuestro propósito de glorificarle cuando vivimos un estilo de vida de adoración en todos los ámbitos y sentidos de nuestras vidas. ¿Recuerdas que hemos leído que el anhelo de Dios es que experimentamos Su gloria? Esto lo hacemos al adorarle, así como Dios nos demanda en reiteradas ocasiones en Su Palabra:


«Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que lo adoren. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad» (Jn 4:23-24 NBLA).


«Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento» (Mr 12:30 RVR60).


Dios nos pide que le glorifiquemos en todo, que lo amemos con todo, con el fin de vivir un estilo de vida rendido completamente en adoración. Él sabe que para esto fuimos creados y desea que encontremos deleite y nuestro propósito al hacerlo. John Piper dice: «Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él» ¡Cuánta verdad!


En la Biblia encontramos muchos ejemplos de cómo el hecho de ver y experimentar la gloria de Dios da cómo resultado una genuina adoración. En el Antiguo Testamento, Moisés, el personaje de quien leímos en el artículo anterior, después de haber visto la gloria de Dios simplemente se inclinó y adoró (Ex 34:6-8). También, en el Nuevo Testamento leemos acerca del ciego que fue sanado milagrosamente por Jesús. Éste, después de haber recobrado la vista fue interrogado por Jesús mismo y Él le reveló su identidad. Ante tal experiencia, el hombre creyó en Jesús como Hijo de Dios, y le adoró (Jn 9:35-38).


Y recordemos, adoración no es sólo un momento en el que le cantas y alabas al Señor con tus labios. Adoración es cuando le demuestras amor a Dios a través de una vida de obediencia (Jn 14:21).


Finalmente, para concluir con esta serie de artículos, espero que no olvides la razón por la cual Dios te ha creado y salvado. Si te encuentras en un momento de tu vida en el que no encuentras propósito ni esperanza alguna, recuerda que puedes encontrarla en Aquel que es el único capaz de darla gratuita y eternamente, por Su gran amor y misericordia, gracias a lo que Cristo hizo por nosotros.


Atesora en tu corazón la verdad de que el fin de todo es que Su gloria sea conocida hasta los confines de la tierra (Hch 1:8), y que nosotros podemos ser parte de Su plan. La creación, la naturaleza, todo lo creado cumple perfectamente esta función y apunta al gran Creador (Sal 19:1). Y cuando tú le glorificas, también das a conocer Su nombre a los que te rodean. ¡Para eso hemos sido creados!


«Porque así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra del conocimiento de la gloria del Señor».

Habacuc 2:14 NBV




Si los cielos te alaban yo también

Si los montes se arrodillan yo también

Si los mares se someten yo también

Y si todo fue creado para ti, yo también



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