Hay una realidad que debe mantener alerta a todo cristiano: el plano espiritual afecta de una u otra manera al plano físico. Es necesario aclarar que, esto no es como en la época de la Edad Media, donde se buscaban diablos y brujas en cualquier cosa extraña que sucedía o idea que se enseñaba. En cambio, hay que diferenciar la superstición de la realidad; los mitos de la verdad; y la verdad es que, así como Dios y Sus ángeles son reales, también lo son el diablo y sus demonios. Nuestra responsabilidad es cuidar a quién estamos siguiendo y examinar dónde están nuestros afectos o lealtad.
Es irónico ver cómo un mundo que tanto niega la realidad de lo sobrenatural, está a la vez fascinado y obsesionado por ella. Cada año se invierten miles de millones de dólares (solo en E.E. U.U.) en decoraciones, disfraces, libros, películas y hasta repostería alusiva a celebrar lo desconocido, tenebroso y oculto de lo espiritual.
¿Por qué el mundo está tan fascinado por lo sobrenatural, y casi nunca en un buen sentido? Bueno, simplemente expresa lo que hay en su naturaleza. Ten en cuenta que cuando hablamos de «mundo», no nos referimos al planeta Tierra, sino al sistema de valores, principios y cosmovisiones humanas en la sociedad. Jesús nos habla de esto cuando confrontaba a los fariseos que no querían creer en Él: «De la abundancia del corazón habla la boca. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón saca el bien, pero el que es malo, de su maldad saca el mal» (Mateo 12:34b-35 NVI).
Recordemos también que este mundo se encuentra bajo el dominio de Satanás, y por ende, tiene influencia sobre las mentes de todo aquel que no ha nacido de nuevo. Así como Dios nos enseña Su Palabra de muchas maneras, el diablo también predica su mensaje de engaños a través de ideas y pensamientos que se manifiestan en películas, libros, series, música, y cualquier forma de entretenimiento audiovisual. Es así como surgen tradiciones y celebraciones tan agradables a esta naturaleza como el Halloween.
¿Cómo surgió Halloween?
El origen de lo que conocemos como Halloween se remonta a la fiesta de los druidas celtas hace más de 2000 años, en donde las tradiciones paganas hacían culto a los muertos, y se creía que la adivinación tenía una mejor comunicación con el mundo espiritual durante la temporada de otoño, porque supuestamente era la partición más delgada entre el mundo de los vivos y los muertos. Los celtas construían enormes hogueras sagradas para ofrecer sacrificios a las muchas deidades celtas que suman más de quinientos dioses nombrados. Antes de cada hoguera sagrada anual, los celtas apagaban sus fuegos del hogar y los volvían a encender con brasas de la hoguera. Sumado a esto, se disfrazaban con las pieles de los animales sagrados de sus dioses. Cuando llegó la ocupación romana en el Siglo I a.C. a tierras celtas, la festividad se mezcló con las propias de los invasores como la «fiesta de la cosecha», celebrada en honor a la diosa Pomona.
Halloween cae dentro del Equinoccio de Otoño que comienza el 23 de septiembre y finaliza el 4 de noviembre, aproximadamente. En la Edad Media, los papas Gregorio III y Gregorio IV, trataron de suplantar Halloween por la fiesta católica del Día de Todos los Santos, que fue trasladada del 13 de mayo al 1 de noviembre. La festividad de Halloween llega a Estados Unidos y Canadá en el año 1840 a través de los inmigrantes irlandeses, pero no empezó a celebrarse masivamente hasta el año 1921, fecha en la que se celebró el primer desfile de Halloween en Minnesota.
Durante las décadas siguientes, la fiesta fue adquiriendo popularidad, hasta que en 1970 se produjo su internalización gracias a las series de televisión y al cine. En 1978 se estrenaba «Halloween», la película de terror de John Carpenter.
Entonces, ¿puede un cristiano celebrar Halloween?
Considerando todo lo mencionado: el enfoque, propósito y mensaje actual que se le da a esta celebración, no es prudente ni sabio que como cristianos participemos directa o indirectamente en esta festividad.
Esto me recuerda a un pasaje que Pablo escribió a la iglesia en la ciudad de Filipos.
«Por último, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, todo lo que es respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es digno de admiración; piensen en todo lo que se reconoce como virtud o que merezca elogio» (Filipenses 4:8 NVI).
Podemos usar el mismo principio con el género de terror en las películas y series, ya que todas tienen un mensaje que transmitir, y un deseo de experimentar el plano espiritual según su punto de vista. Algo aparentemente inofensivo, pero que esconde muchos peligros para la mente e identidad de todos los que se exponen a este contenido.
¿Realmente estamos pecando si miramos películas de terror? Hay un pasaje donde Pablo nos resume lo que serían horas y horas de posturas y discusiones sobre este tema, en un par de versículos: Es verdad que «todo está permitido», pero no todo es provechoso ni edifica a los demás. Uno no puede pensar sólo en uno mismo. Hay que pensar en lo que conviene para el bien de los demás. (1 Corintios 10:23-24 NBV)
Todos tenemos una fascinación por lo desconocido, por lo incierto, por lo oscuro y lo prohibido. Esto es solo un reflejo del estado de nuestra naturaleza pecaminosa (carne). Ahora bien, no todas las películas y series de terror son explícita o implícitamente diabólicas. Hay diferentes subgéneros de terror: ciencia ficción, suspenso, crimen, drama, exorcismo y ocultismo. Esto debería de llevarnos a analizar más cuidadosamente cada uno de ellos, y filtrar correctamente lo que vemos. Hay tres preguntas que debo responder antes de ver cualquier película: ¿Cuál es el mensaje o tema que quiere transmitir?; ¿Es recurrente el contenido inmoral (en cualquier sentido)?; y ¿Cuánto tiempo voy a dedicarle?
Aquí debemos ser transparentes: una película o serie que lleva temas blasfemos, que glorifica el poder del mal, o que distorsiona la realidad del plano espiritual para verlo desde el punto de vista de los demonios, no debería causarnos atracción o simpatía. Al contrario, debemos alejarnos de ello a toda costa.
Recordemos que hemos sido transformados por el poder de Dios, limpiados por la sangre de Cristo, y renovados por su Espíritu. Tenemos una nueva naturaleza que busca la pureza, la santidad, la justicia, la bondad y la edificación.
Además, no debemos ignorar los efectos a nivel psicológico. Un estudio realizado en 2005 por la Universidad de Los Ángeles (EE.UU), reveló que ver películas de terror con cierto grado de regularidad, puede producir estrés postraumático. Algunos de sus síntomas son: ritmo cardíaco acelerado, ansiedad, paranoia, y hasta insomnio.
En lo personal, tuve una muy mala experiencia con las películas de exorcismo. A pesar de que nunca fui fan de ellas, en ocasiones las veía en el cine con mis compañeros de colegio. La verdad es que este tipo de películas no me asustaban. En realidad, las consideraba gustos triviales, y no sentía una afinidad particular. Por esta razón, fácilmente dejé de verlas porque prefería otro tipo de películas. Pero, cinco años después (después de conocer a Cristo y empezar a servirle en un ministerio de adolescentes) sufrí un ataque directo del enemigo, a través de recuerdos de una película en particular.
Creo que fue la única vez en mi vida donde supe lo que era una opresión demoníaca. Me despertaba cada mañana con un dolor en el pecho, y me bombardeaban recuerdos de escenas específicas donde blasfemaban contra Dios. También, tenía pensamientos que me hacían creer que estaba irremediablemente condenado al infierno por blasfemar contra el Espíritu Santo. Sentía tanto miedo que decidí hablarlo con mi Pastor. Él me ayudó a superar esa lucha y me explicó sobre las artimañas que Satanás utiliza para engañar a los creyentes y alejarlos de Dios.
A partir de ese momento, entendí la realidad del plano espiritual sobre muchas cosas que consideramos inofensivas o triviales, y del por qué debemos cuidar seriamente lo que vemos y escuchamos. Por eso, el apóstol Pablo nos exhorta a no mezclarnos con ningún tipo de oscuridad moral o espiritual:
«Averigüen bien lo que agrada al Señor. No participen en las obras inútiles de la maldad y la oscuridad; al contrario, sáquenlas a la luz» (Efesios 5:10-11 NTV).
Nuestro papel como Iglesia
Quiero dejarte con la siguiente conclusión: nuestro propósito, llamado, misión y alegría, es estar del lado de la luz. No debemos dejarnos seducir por la oscuridad. En cambio, debemos brillar como estrellas en este mundo moral y espiritualmente decadentes, y así ser capaces de reflejar la perfecta naturaleza de Cristo.
«Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo» (Mateo 5:16 NVI).
Cuando nos deleitamos en seguir a Jesús, encontramos lo que el mundo jamás podrá: la verdadera Vida.
«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado».
Juan 17:3 NVI
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