«Ahora podemos servir a Dios, no según el antiguo modo—que consistía en obedecer la letra de la ley—sino mediante uno nuevo, el de vivir en el Espíritu».
Romanos 7:6b NTV
El Espíritu Santo es tan importante para nosotros como hijos de Dios y cumple muchas funciones. Sin embargo, no sabemos mucho sobre Él. Es alguien tan presente en la Palabra, pero que en realidad no conocemos ni logramos comprender muy bien. Y a veces nos surgen tantas preguntas, como ser: ¿Quién es el Espíritu Santo?, ¿cómo lo recibo?, ¿cómo sé si está en mí?, ¿qué significa para mí tener al Espíritu Santo?
Hoy nos dedicaremos a responder y profundizar en la respuesta a la primera pregunta:
¿Quién es el Espíritu Santo?
«Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas».
Génesis 1:2 RVR1960
Así como leemos en el segundo versículo de la Biblia, desde el principio de los tiempos vemos al Espíritu Santo actuando. Aparece con muchos nombres, como ser: Espíritu Santo, Espíritu de Dios (Mt 3:16), Espíritu del Señor (2 Co 3:17), Espíritu de Cristo (Ro 8:9), Consolador (Jn 14:26), Espíritu de Verdad (Jn 14:16-17), Espíritu/Aliento de vida (Ro 8:2), Espíritu de Jehová, de sabiduría, consejo, entendimiento, poder, conocimiento y de temor del Señor (Is 11:2); entre otros más.
A través de toda la Palabra podemos ver al Espíritu moviéndose, actuando, creando y dando vida donde antes había muerte. Y este Espíritu no es una fuerza mística o un tipo de poder abstracto, sino que es Dios mismo:
Hechos 5:3-4 nos muestra a Pedro diciendo que mentir al Espíritu Santo no es mentir a hombres, sino a Dios.
En 1 Juan 5:6-7 vemos también que nos habla del Espíritu Santo, y que hay tres «personas» en el cielo: el Espíritu Santo, el Verbo (Jesús), y el Padre; y que los tres son uno mismo.
2 Corintios 3:17 dice directamente que el Espíritu es Dios.
Por lo tanto, la Palabra de Dios nos muestra suficiente evidencia de que el Espíritu Santo es Dios, pero distinto del Padre y del Hijo. Él se ha encargado de hacer muchos milagros en toda la Biblia. Antes, en el Antiguo Pacto de la ley, lo hacía llegando a ciertas personas para ayudarles a actuar de manera increíble, pues es Él quien le permitió a Sansón tener su fuerza (Jue 13:6); o quien hizo que José pudiera interpretar los sueños del Faraón en Egipto (Gn 41:38); y quien inspiró a todos los profetas, e incluso dio sabiduría e inteligencia a un hombre para crear arte precioso (Ex 31:2-5). Todas estas grandes hazañas hacía el Espíritu de Dios cuando llegaba momentáneamente a la vida de algunos escogidos.
Sin embargo, Él ya no actúa como antes. Ahora, gracias al sacrificio de Jesús gozamos del Nuevo Pacto de la gracia, donde el Espíritu Santo está permanentemente dentro de nosotros (Jn 14:16). Él Espíritu es Dios viviendo con nosotros y en nosotros (1 Co 6:19), confortándonos, guiándonos (Jn 16:13), dándonos vida, trayendo Su fruto para nosotros (Ga 5:22-23) y permitiéndonos llevar fruto para el Señor (Ro 7:6).
Él es el sello permanente de Salvación en nosotros, puesto que nos marca y nos da esa seguridad en la promesa del Señor. Es por medio del fruto del Espíritu, a través de la fe, que nosotros creemos en el regalo que recibimos por gracia, y que podemos tener la certeza de todo corazón de que Cristo es el Hijo de Dios.
El Espíritu nos permite interpretar la Palabra y conocer más al Hijo y al Padre. Nos muestra la verdad y nos mueve hacia el arrepentimiento, convenciéndonos de nuestro pecado (Jn 16:7-8). Trae tanto bien con Él, tanto el fruto como los dones espirituales y una hermosa promesa, pues, en el Griego, «Consolador», «Consejero» y «Abogado» vienen de la palabra «parakletos», la cual significa: uno que ha sido llamado a estar al lado de otro. Así que, una vez se nos es entregado el Consolador, Aquel que nos acompaña, nada ni nadie nos lo puede arrebatar. ¿Cuán precioso es esto? ¡Qué hermoso es recibir al Espíritu Santo!
Pero, ¿Cómo podemos recibirlo? No te pierdas el próximo artículo donde conoceremos la respuesta.
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