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Foto del escritorNicole Mendoza

Solo por gracia

«Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe».

Efesios 2:8-9 NBLA


Todos hemos cometido un sinfín de pecados, ya sea de forma consciente con nuestras acciones o simplemente guiados por nuestra propia naturaleza pecaminosa. Romanos 3:23 nos recuerda que todos somos pecadores, y por lo tanto estamos destituidos de la gloria de Dios. Sin embargo, el único ser humano que no tuvo pecado alguno es Jesús. Cuando hablamos de que hemos sido salvos por gracia, estamos hablando de un acontecimiento del pasado, que se desarrolla en el presente, e influirá completamente en nuestro destino por el resto de la eternidad; y todo se centra en reconocer a Jesús como nuestro Salvador. Pero ¿Qué es la gracia? ¿Por qué la salvación es dada por gracia?


La gracia de Dios se define como un favor que recibimos y que no merecemos. Nosotros, como seres humanos con una naturaleza pecaminosa, no merecemos realmente vivir en Su reino, o tener una vida eterna con Él. Sin embargo, todo esto lo recibimos por gracia. No es resultado de nuestras acciones, es un regalo obtenido de parte del Hijo de Dios, por voluntad de Dios. (Boyd)


Necesitamos Su gracia

Dios, aun desde antes de que nosotros naciéramos, ya nos había escogido para que vivamos en santidad y sin mancha delante de Él, para darnos toda bendición espiritual en Cristo Jesús (Ef 1:3-14). Todo esto considerando que Él también sabía que debido a nuestra naturaleza pecaminosa rechazaríamos toda verdad Espiritual. Realmente no hay un solo humano que tenga la capacidad de alcanzar su salvación por sus propios méritos u obras. No es por acciones, esto es únicamente por fe en que Jesús es nuestro único Salvador (Ef 2:8-9). Romanos 3:10-18 detalla la maldad del ser humano, y leemos que por cada pecado seremos juzgados en el juicio final.


El costo de la gracia

«La gracia no tiene costo para nosotros, pero tuvo un precio altísimo para Dios».


A diferencia de lo que muchos creen, la gracia no es un sentimiento por parte de Dios. La palabra «gracia» siempre debe llevarnos a pensar que implica algo que recibimos sin merecerlo, pero por el cual hubo un precio previamente pagado, y este precio es la vida del hijo de Dios ofrecida como sacrificio para salvarnos de la muerte espiritual y eterna.

Cuando comprendemos este costo, podemos entonces voluntariamente renunciar a nuestra propia vida, pues nos mueve a vivir en santidad y en entrega absoluta a Dios.


Nuestro futuro en la gracia

La gracia de Dios no solo nos salva y preserva en el presente, sino que también nos ofrece un futuro glorioso. Ahora, nosotros esperamos por completo la gracia que nos será dada una vez que Jesús sea manifestado en gloria. Pero solo podremos alcanzar la meta gloriosa si nos aferramos al único que pudo vivir en completa santidad, Jesús.


Es importante que comprendamos que la salvación tiene un alcance eterno. Lo que nos aguarda como seguidores fieles de Jesús es esperar Su segunda venida como dueño y Señor de la tierra. La gracia debe alentarnos a esperarle con emoción, a vivir en función de Su eternidad, y a enfocar nuestra mirada en Él. En ese futuro glorioso que nos espera, no habrá más maldición, el trono de Dios y del Cordero estará entre nosotros, Sus siervos le serviremos y veremos Su rostro (Ap 22:3-4). Luego de días difíciles en la tierra, la gracia de Dios nos dará esperanza y consuelo. Dios limpiará toda lagrima de nuestros ojos, no habrá muerte ni llanto, ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas habrán pasado (Apocalipsis 21:3-4).


Por Su gracia hemos sido salvos.





Referencias bibliográficas:
Boyd, J. (n.d.). Cinco Verdades que Cambian Vidas. 

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