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Foto del escritorAna Leverón

También fui deudor

Entonces se le acercó Pedro y le dijo: «Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» Jesús le dijo: «No te digo que, hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete».

Mateo 18:21-22 RVC


Parábola de los dos deudores (Mateo 18:23-35)

Jesús enseñaba por medio de parábolas, estas ilustraban verdades profundas y divinas a través de sucesos comunes. Los personajes y sus características, y el simbolismo eran memorables para aquellos quienes las escuchaban. Aunque mucho podríamos profundizar inicialmente acerca de la enseñanza de las parábolas, hoy profundizaremos un poco en una de ellas: la parábola de los dos deudores.


En Mateo 18:23-35 encontramos la parábola de los dos deudores. Jesús relata en esta parábola cómo un rey y sus siervos ajustaron cuentas. Uno de sus siervos, quien tenía una deuda enorme e impagable, suplica misericordia y perdón por su deuda. El rey, movido en misericordia, decide perdonar y olvidar la deuda. Ojalá la historia fuese tan simple. Más tarde aquel siervo libre, encuentra a un consiervo que tenía una deuda con él y llega a tal punto de echarlo a la cárcel para que la pagase. Otros siervos testigos de aquel hecho van al rey, y este le reclama la deuda y lo entrega a la cárcel hasta que pagase su deuda. Jesús cierra esta parábola con las siguientes palabras: «Así también mi Padre celestial hará con ustedes, si no perdonan de todo corazón a sus hermanos» (Mateo 18:35 RVC).


Pero aquel siervo se postró ante él, y le suplicó: «Señor, ten paciencia conmigo,

y yo te lo pagaré todo.» El rey de aquel siervo se compadeció de él,

lo dejó libre y le perdonó la deuda.

Mateo 18:26-27 RVC


Cuando leemos esta historia, en los primeros versos se nos especifica que este siervo debía diez mil talentos. ¡Esto equivaldría en nuestros días entre 12 millones, o bien, 1 billón de dólares! ¿Te imaginas el peso de esa deuda? En el versículo 26 de este pasaje encontramos la súplica por perdón; en un acto de desesperación y desolación, aquel siervo pide perdón y el rey se lo otorga por completo. La deuda de aquel siervo fue cubierta en su totalidad, el rey la absorbió toda sin pedirle nada a cambio.


Cuando aquel siervo salió, se encontró con uno de sus consiervos, que le debía cien días de salario, y agarrándolo por el cuello le dijo: «Págame lo que me debes.»

Su consiervo se puso de rodillas y le rogó: «Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.» Pero aquél no quiso, sino que lo mandó a la cárcel hasta que pagara la deuda.

Mateo 18:28-30 RVC


Pero el corazón es olvidadizo y el de este siervo no fue la excepción. A pesar de que con anterioridad su gran deuda había sido personada, él no supo extender ese mismo perdón hacia otros. Aunque la deuda del consiervo era menor que la que se le había perdonado, el siervo libre le exigía el pago con ferocidad. Algo muy curioso es que, en ambas súplicas, tanto en la del siervo como en la de su consiervo, leemos la misma frase: «Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo». Ambos usaron la misma frase de súplica y el siervo no lo escuchó, enviándolo a la cárcel.


Aunque la historia da un revés para este siervo hacia el final, te invito a que puedas terminar de leer la historia. Quisiera enfocarme en lo siguiente…


Perdonemos la deuda

Cada uno de nosotros es ese siervo deudor. Hemos sido perdonados misericordiosamente por un Dios amoroso, a pesar de que nuestra deuda es enorme, pero nos cuesta perdonar. Cuando alguien nos daña o lastima, nuestra reacción va desde hablar mal de esa persona, hasta desearle un sufrimiento parecido al nuestro. ¿Es esta la actitud correcta? Lo que hay es simplemente, un deseo por hacer pagar al otro la deuda que contrajo con nosotros.


El pecado es una deuda y perdonar significa que nosotros absorbemos el precio de esa deuda, sea cual sea. Hay tantas formas en las que podemos convertirnos deudores para con otros, pero necesitamos recordar que debemos perdonar como Cristo nos perdonó.

«Sean mutuamente tolerantes. Si alguno tiene una queja contra otro,

perdónense de la misma manera que Cristo los perdonó».

Colosenses 3:13 RVC


La parábola de los dos deudores nos puede llevar a reflexionar que así nos comportamos con Jesús. Corremos hacia él esperando gracia, favor, misericordia, perdón; y Él está más que dispuesto a ofrecernos eso. Pero, cuando otros se nos acercan, nosotros nos negamos a ofrecerles eso mismo que hemos recibido de Dios. Nos quedamos con la gracia y no extendemos el perdón hacia nuestro prójimo. Y si hacemos esto, ¿realmente hemos conocido el perdón de Dios? Creo que la respuesta es obvia.


Cuando Jesús pagó por nuestros pecados, no le encontramos con una lista seleccionando qué pecados sí y cuáles no. Al contrario, los cargó todos y murió por cada uno de ellos. Necesitamos comprender que el perdón no es unilateral, sino que se extiende multilateralmente. Así que, si Cristo perdonó mi deuda completamente, ¿cuánto más yo debo perdonar (y absorber) la deuda de mi hermano?


«Pocas veces serás tan parecido a Jesús como en el momento que perdonas una ofensa a tu ofensor».

— Itiel Arroyo


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