“Dios prueba a Abraham”
Pasado cierto tiempo, Dios puso a prueba a Abraham y le dijo:
—¡Abraham!
—Aquí estoy —respondió. Y Dios le ordenó:
—Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré.
Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno, se encaminó hacia el lugar que Dios le había indicado. Entonces les dijo a sus criados:
—Quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante para adorar a Dios, y luego regresaremos junto a ustedes.
Isaac le dijo a Abraham:
—¡Padre!
—Dime, hijo mío.
—Aquí tenemos el fuego y la leña —continuó Isaac—; pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?
—El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios —le respondió Abraham. Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abraham construyó un altar y preparó la leña. Después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, pero en ese momento el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
—¡Abraham! ¡Abraham!
—Aquí estoy —respondió.
—No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño —le dijo el ángel—. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo. Abraham alzó la vista y, en un matorral, vio un carnero enredado por los cuernos. Fue entonces, tomó el carnero y lo ofreció como holocausto, en lugar de su hijo.
El ángel del Señor llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, y le dijo: —Como has hecho esto, y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo —afirma el Señor— que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar.
¿QUÉ ME ENSEÑA ESTA HISTORIA?
La obediencia y confianza en Dios me bendice, me convierte en su amigo.
Abraham es el padre de la fe y fue llamado amigo de Dios (Santiago 2:23). Sabiendo cuán importante era Isaac para Abraham, Dios decide poner a prueba su fe; y al leer este pasaje, vemos una fe inconmovible en Abraham, él no hace ninguna tan sola pregunta a Dios, simplemente confía y obedece. ¿Cuántas veces le preguntamos a Dios: “por qué me sucede esto o por qué me pides esto”? Sin lugar a duda, la fe de Abraham nos desafía a confiar ciegamente en nuestro Dios y en sus planes cuando atravesemos una prueba. En el momento oportuno Él proveerá la respuesta a lo que podamos cuestionarle, si tan solo confiamos con todo nuestro corazón y obedecemos.
Para obedecer a Dios, debo primero escucharle.
Los amigos conversan entre sí. Muchas veces es necesario que nos detengamos por un momento y nos cuestionemos si estamos escuchando la voz de Dios y lo que Él intenta decirnos. Todo el Antiguo Testamento relata historias donde es evidente que Dios está siempre intentando comunicarse con su pueblo, con sus hijos de muchas maneras. Así como Abraham, ¿Puedes responder “aquí estoy” a la voz de Dios, tu amigo?
Jesús es el cordero que murió en mi lugar
Hay varias sombras del mensaje de la cruz en este conmovedor pasaje:
Dios le pide a Abraham que sacrifique a su hijo unigénito en la tierra de Moria, lugar que después llegó a ser el monte de Sion, donde se levantó el templo de Jerusalén. En el Nuevo Testamento, el Calvario (lugar donde Jesús fue crucificado) se identifica con este lugar.
Abraham dijo a sus criados con toda certeza de que él y su hijo regresarían, pues confiaba plenamente en que Dios resucitaría a Isaac (Hebreos 11:19). Esta es la misma fe que vemos en Jesús cuando obedeció a Dios hasta la muerte, pues también confiaba en la perfecta voluntad de Su Padre, quien le levantaría de la muerte misma.
En el momento en que Abraham tomó el cuchillo para sacrificar a Isaac, Dios intervino a tiempo y proveyó un cordero para ser sacrificado en lugar de Isaac. Siglos después, Dios entregaría a Su Hijo unigénito como sacrificio por nuestros pecados, y así salvarnos de la muerte.
Hoy te desafiamos a poner toda tu confianza en Dios y obedecer a Su voz, sólo así comprobarás Su perfecta voluntad en tu vida, pues Él nunca cambia y es fiel a Su Palabra.
“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.”
Hebreos 13:8
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