«—No se asusten —les dijo—. Ustedes buscan a Jesús el nazareno, el que fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron».
Marcos 16:6 NVI
Antes del día glorioso de la resurrección, Cristo Jesús fue burlado, escupido, azotado y crucificado; pero fue Él quien nos redimió. Su palabra dice que el Hijo del hombre debía sufrir, morir y resucitar al tercer día. Todo esto aconteció por la justicia de un Dios perfecto, un Cordero Santo, y un Consolador revelador.
Recordemos lo que sucedió previamente durante Su crucifixión. Cerca de las tres de la tarde, con clavos en sus manos y pies, una corona de espinos sobre su cabeza, y su espalda azotada e irreconocible; Jesucristo exclamó «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Gritó con fuerzas una última vez y entregó su espíritu (Mt 27:50).
Médicamente, Jesús no pudo simplemente desmayarse durante la crucifixión, sino que en efecto murió. Inesperadamente, al tercer día la roca del sepulcro fue removida, sin cuerpo alguno en su interior y soldados vigilantes ahora llenos de temor. El Hijo del hombre se mostró entonces a María Magdalena y a los discípulos, y muchos más testificaron haberle visto después de su muerte (1Co 15:3-8). ¡Jesucristo ciertamente había resucitado! ¡La promesa se cumplió!
Qué duro pudo haber sido vivir en los tiempos de Cristo y presenciar su muerte, pero ¡cuán gloriosa esperanza nos da Su resurrección! Esperanza para sus discípulos en aquel entonces, como también para cada creyente en la actualidad.
Indaguemos ahora en el significado de la resurrección en nuestras vidas:
Jesucristo vino a dar cumplimiento a las Escrituras
Aunque los ancianos, jefes de los sacerdotes y maestros eran conocedores de la ley, tenían una incorrecta interpretación y condenaban a Jesucristo por no cumplir con ella. Sin embargo, Mateo 5:17 afirma que Jesucristo no vino a anular la ley o los profetas, sino a darles cumplimiento, pues Él es el fin de la ley, para que todo el que crea reciba la justicia (Ro 10:4). La clave está en las palabras de Pablo, afirmando que «el pecado no tendrá dominio sobre nosotros porque ya no vivimos bajo la ley, sino bajo la gracia» (Ro. 6:14).
Efesios 2:4-5 (NVI) nos dice:
«Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!».
Además, el Antiguo Testamento habla de un Jesús que habría de sufrir y llevar el peso de nuestra iniquidad, y que por sus heridas seríamos sanados (Is 53:3-7). La resurrección es entonces una prueba más de la inefabilidad de la Biblia, que es la Palabra de Dios. Todo lo escrito por cuarenta autores a lo largo de 1500 años es coherente; las profecías se están cumpliendo y la resurrección fue una de ellas.
La propiciación fue dada por medio de Jesús
La propiciación ocurre cuando se pacifica la ira del ofendido, es decir, la ira de Dios. No es un temperamento descontrolado, sino que se manifiesta como parte de Su voluntad al reaccionar contra aquello que le deshonra, pues Dios se enoja porque ama (Arocha). En nuestro último estudio, Cristo y La Pascua, se menciona que esta celebración representaba «la salvación y la liberación por medio de la sangre del Cordero», que es Cristo.
Sin cometer pecado alguno, Jesús absorbió la ira de Dios, eliminando aquello que se interponía entre Él y nosotros como pecadores. Estando Jesús crucificado, más allá de conocer los malos pensamientos de los fariseos y maestros de la ley, la negación de Pedro, la traición de Judas, y una humanidad que le dio la espalda; lo que más dolor causó en Jesús fue el abandono de su Padre que estaba en el cielo (Spurgeon). Y gracias a Él, todos los que hemos puesto nuestra confianza en Su sacrificio jamás sufriremos el abandono de nuestro Dios.
Romanos 3:24-25 (NVI) nos dice:
«pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia».
Sin la resurrección, nuestra fe es vana
Sin el principio de la resurrección, quiere decir que Jesús no tiene poder sobre la muerte y ha sido derrotado; en ese caso, Jesús no sería quien Él afirmaba ser. No podría ofrecer un sacrificio por nuestros pecados y, por lo tanto, no sería Dios (Guzik).
«Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe».
1 Corintios 15:14 (NVI)
Pero la verdad es que Cristo sí resucitó. ¡Gloria a Dios porque resucitó! Nos libró de la muerte y ahora, en Su justicia divina, tenemos el regalo de la vida eterna.
Tenemos una esperanza
Encontramos esta promesa en Juan 3:16 (NVI):
«Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna».
¿Qué significa la vida eterna que el Hijo de Dios conquistó para nosotros?
«La resurrección significa que el cristianismo y su Dios son únicos y completamente diferentes de las religiones del mundo. La resurrección significa que tenemos garantía para nuestra propia resurrección: porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él (1Tes 4:14)». (Guzik)
¡Y las buenas noticias continúan! Tiempo antes de que Jesús ascendiera al cielo con el Padre, anunció que no nos dejaría solos y que enviaría a un Consolador, dejándonos una misión llena de esperanza en Mateo 28 (NVI):
«Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» (v.19-20).
Aunque esto aconteció hace miles de años, la predicación del evangelio y la resurrección de Cristo han llegado a oídos de nuestra generación gracias a aquellos que desde entonces testificaron sobre la gracia de Dios. El Espíritu Santo que mora en aquellos que creen en Jesús como Salvador, nos exhorta y capacita. Ahora el perdido encuentra propósito en el mensaje de la salvación, y dice «ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí».
La resurrección cobra sentido cuando escudriñamos Su palabra. Nuestra vida encuentra propósito cuando creemos verdaderamente en lo que Cristo hizo por nosotros. Pues, ¡Él venció, Jesús resucitó!
«Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo».
Juan 16:33 NVI
Referencias bibliográficas:
Arocha, O. (22 de Marzo de 2023). 5 preguntas esenciales para comprender la propiciación de Cristo. Obtenido de Coalición por el Evangelio: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/5-preguntas-comprender-propiciacion/
Guzik, D. (2020). 1 Corintios 15 – La resurrección de Jesús y nuestra resurrección. Obtenido de Enduring Word: https://es.enduringword.com/comentario-biblico/1-corintios-15/
Sproul, R. (18 de Marzo de 2017). ¿Qué significa expiación y propiciación? Obtenido de Coalición por el Evangelio.
Spurgeon, C. (2020). Mateo 27 – El juicio, la muerte y la sepultura de Jesús. Obtenido de Enduring Word: https://es.enduringword.com/comentario-biblico/mateo-27/
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